viernes, 8 de abril de 2011

Arde

 

Pisé el cigarrillo en el bordillo, me encaminé hacía mi amigo y levantando la pata vacié mi espalda. Saturno saludaba con la mano la procesión de vacas que seguían a un flautista sin ojos, devorador de un bocadillo de gambas. Las grandes tetas de Arancha me saludaban desde el balcón, donde ésta, sentada, se arrancaba los pelos de las patas. Las pinzas como pinceles, el espejo de marco de plata desgastada, del cuadro encuadrado se asomaba la patata. Pequeñas cosas que cambian el mundo. El gazpacho que vomitaban los ángeles, llegaba al suelo en forma de corazones, me temo que los armanis se han vuelto a dejar del congelador mal cerrada la puerta.
-Corre, niño, corre.
Y no quiero correr, quiero que un corazón me dé en la cabeza. Un impacto. Oscuridad. Abro los ojos. Te veo con un trozo de hielo rojo que se deshace en tu mano. Me miras a los ojos. Sonries. Te faltan tres dientes. Me abres la boca y me colocas el manjar, que se deshace, deshace, des haceee. Me desmayo.
El amor ha muerto en mi boca, antes de poder siquiera degustarlo. Tú corres.
-Corre, predator, corre

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