sábado, 29 de enero de 2011

lo que pasa cuando no pasa nada. Enrique y la calefaccion de la oficina de correos

 

La oficina de correos abre cada mañana a las siete y cierra cuando el cuco del termometro marca los veintisiete grados.
Siempre que me asalta Enrique mi mente aporta una Catherine Deneuve que no aparece nunca con su imagen de belleza distante. Acierto a verla, no en la plaza Saint Sulpice como el la recrea tantas veces hasta que consigue crearla, sino en la oficina de correos de la Rue Littré con Holliday como musica de ambiente y los polvos de la simpatia (talco d’eau de cologne), inventados para que la correccion y amabilidad francesa se expanda, porque digan lo que digan "...Francia es fantástica".
Ahora que me acuerdo anoto en mi servilleta, aquella con la que acabo de matar un mosquito tigre en contra de mi brazo torturado, que debo buscar un Monterroso llamado Movimiento perpetuo. ( "La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento perpetuo." )
La virtud de Enrique se me torna vicio. Al cerrar la puerta siento el inexistente llanto imaginado del repartidor que espera, casi suplica poder escuchar de nuevo a las Ronettes.

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